martes, 20 de febrero de 2018

Porque a veces esperar...

De paseo con Enol por Les Seniaes me pareció buena idea hacer camino hacia el río para saber si siguen quemando los huesos del osario en el cementerio. Cada loco con su tema. Recuerdo un artículo que leí en la peluquería que por sabelotodo, intolerancia o lo que sea, los viejos ocultamos nuestras mayores decepciones. Qué dificil es llegar a viejo sin venir a cuento y no ser capaz de coordinar el pensamiento o simplemente recordar, porque, para darle sentido a la estupidez del cementerio, estaba el enterrador echando unas paladas de tierra en una sepultura y le pregunté si la gente se moría más o menos desde que era enterrador. Otra ocurrencia parecida a la de ser viejo, y ya me explico:

-¿De dónde viene para hacerme esa pregunta?
-De Les Seniaes.
-Pues vuelva por donde ha venido si ama la vida, no desperdicie el tiempo ni de lo que está hecha en el cementerio.

El tiempo que da vida es un concepto de magnitud física. También aquello que ampara lo que hicimos o queremos hacer. Los besos que damos o robamos, los abrazos inesperados, las personas que hemos mirado de soslayo... Los horrores que hemos cometido e ignorantes no reconocemos o las caricias que nos despiertan en la noche desvelada. Todos tenemos un pasado, pero nada que ver con la tragedia luctuosa que anuncia un enterrador respecto a la vida. Me salva vivir en Les Seniaes y poder aplicar los infinitivos de Einstein para que se junten las vidas paralelas. Y huir de mí mismo cuando sea necesario, o esperar, porque a veces esperar es la única forma de ir hacia delante. Gracias.

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