viernes, 15 de diciembre de 2017

Feliz Navidad, me dijo.

"Las navidades pertenecen a la categoría de los intereses más interesados, y no al bendito amor y su fe". Amén.

Sabía que tenía que ocurrir, era cuestión de tiempo. Es de imaginar que a El Corte Inglés se le acabó el presupuesto para felicitar a sus mejores clientes o a Correos reforzar su personal para estas fiestas. Y eso que este año parecía que me iba a librar pero mi compañía telefónica culpable. El caso es que al pueblo de Patricia la señal de internet no llega, como el agua que no llega al campo valenciano porque no llueve. Ya, valen las disculpas en estas entrañables fiestas, pero no. No tenía señal de internet y llamé a la compañía telefónica como desahogo porque no hay manera: los cables son más viejos que yo y la fibra está por inventar. Llamé y el amable operador que me atendió, al final de la conversación, sin duda para animarme, me deseó Feliz Navidad, pero me mató al venirme a la cabeza mi suegra. Entonces pregunté a mi esposa y viene. Dios mío. Decir Navidad es decir mi suegra y de feliz no tiene nada. Desde que el amable operador me deseó Feliz Navidad que no levanto cabeza. Y va para una semana. ¿Comeré las uvas de Fin de Año? Esa es la pregunta y esa la tragedia. Es llegar los años altos y las malas noticias te acorralan. Quién pudiera salvarme de tantas agonías. Nadie se conmueve. Cuanto dolor y tristeza me provocan estas fiestas. Vuelve a casa por Navidad... Mayor estupidez en la vida. ¡Vaya!. (Y todo por no creer en la resurrección de la carne). Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario