miércoles, 8 de noviembre de 2017

No estés triste, papi.

Kristel me envía un correo electrónico urgente: "No estés triste, papi. Te quiero muchísimo".

Pues va a ser verdad que estoy triste... y que me siento triste... y que no tengo motivos que es peor. Dolor de alma y luego aparece la desesperanza. En fin, para no alargarme en lamentos: soy viejo y cualquier estupidez me duele. La estupidez de uno es la desesperanza de otro. Lo sé porque antes de viejo fui joven y las estupideces de algunos no me dolían. Ahora me duele todo. Si llueve me duele la rodilla. Si no llueve... Perdón, escribí que ahora me duele todo y se me olvidó escribir que, también, me duele más que a toda la colindancia. No me llames Dolores llámame Lola.

A Kristel, la niña de mis ojos, la tengo preocupada y ella a mí porque soy viejo. Ella pena por mí porque estoy triste y yo por ella: no me fio que tanta felicidad sea verdadera. Los viejos somos desconfiados. Los viejos somos lo peor en todo. Y eso que a mí hace años me tocó la lotería. Increíble pero cierto. Ingresé el dinero en el banco y no quedó un alma en pena que no le contara que me había tocado la lotería. Con el tiempo llegué a ser mejor persona. Eso creo.

Kristel, no penes, mi amor, cierto que a veces estoy triste, pero vivo los años altos y sino una dama otra me atiborran a pastillas de colores y así es imposible ser feliz. O aparentar que lo soy. No te preocupes, vive tu vida y deja que yo viva la mía en mi impagable soledad. Te aseguro que no me va mal, al contrario, me va estupendo, confía en mí, eso sí, mientras te perciba cerca. Además, jamás llegaré a la conclusión de que algo malo me ocurre. Y, por si fuera poco esta certeza, la Magdalena siempre me acompaña. Pero eso ya lo sabes. Yo también te quiero muchísimo. Gracias.

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