domingo, 19 de noviembre de 2017

Control de presencia.

Porque tengo que cambiar el coche de acera una vez al mes lo arranco, pues eso, este mes no arrancó y tuve que llamar a la grúa que llevó el coche a un taller mecánico y cambió la batería y eso fue. Supongo que tener coche para arrancarlo una vez al mes y cambiarlo de acera es un lujo inaceptable por sí solo. Y una patata con todo lo que tengo que hacer. Bueno, no tengo mucho que hacer pero sí el mecánico. Le pregunté y fue un no callar. Que si uno, que si lo otro y patatán. En mal momento le pregunté. Para acabar diciéndome que a él nadie le engaña, no pensaba en mí, que no le pagara la batería, calle por Dios, pensaba en sus trabajadores que cuando tenía que salir con la grúa -me puso ese por ejemplo- sus trabajadores no daban pie con bola. Se escaqueaban de sus obligaciones. Pero se acabó, me dijo, y me enseñó un reloj para fichar y una cámara de vigilancia en el techo. Enseguida me di cuenta que estaba peor que yo. Parece que la vida laboral de un mecánico es más estresante que la de un funcionario público: "Vuelva usted mañana que después de almorzar voy al carrefur que tengo la nevera vacía". (En esta casa no hay control).

No es que me vaya la vida en ello, pero jode ir a una administración pública a hacer una gestión y encontrarte hoy y mañana la ventanilla cerrada y una becaria lamentando no poder hacer lo que no puede ni debe ni tan siquiera sabe.

Escucha: No digo que te obsesiones como el mecánico, pero cuando una persona entra y sale sin hacer su gestión se va pensando en ti. ¿Verdad que sabes que son culpables de algunos de tus males? San Pablo dijo: "Todo me es lícito, pero no todo me conviene". Si puedes elegir, y puedes, cuando menos que no se rían en tu cara. Gracias.

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