jueves, 17 de agosto de 2017

Una señora de bien.

Ayer (qué raro, a mí las cosas siempre me ocurren ayer y no hoy), una señora de bien, acompañada de dos vecinos llamó a mi puerta para que les diera la voluntad para el Cristo de no sé qué ni por qué (mi voluntad está en paradero desconocido, les daría mi última voluntad pero aún no la he escrito). Hay que joderse, desconecto el timbre para que el cartero no llame ni siquiera una vez y ella abre la portilla para aporrear el picaporte de la puerta. No hay derecho.

-Alma de Dios, ¿no me conoces?
-Por eso vengo.
-Pues vuelve con la Shakira y deja Cristo donde estaba.
-No volveré.

El no volveré me sonó a amenaza. Seré mal pensado. No diré que vuelva, pero si vuelve que vuelva con la Shakira o no vuelva. Las fuerzas del orden público no debieran permitir, en nombre de Cristo, llamar a la puerta de alguien que tiene ocupada su casa por la nostalgia. No digo que lo mío sea de hoy para mañana, allá el azahar, pero si el amor que tengo no lo puedo compartir, la fe en Cristo no me salvará. Igual ni quiero que me salve. Con el perdón. Gracias.

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