jueves, 24 de agosto de 2017

Al refulgir la tarde.

Las cosas ocurren como quieren y no como a uno le gustaría que ocurriesen. Vaya, vaya, los patitos, diría Ian. Sería genial que las cosas ocurriesen como uno quiere. A veces las cosas ocurren por casualidad. Me gusta creer que las cosas ocurren por casualidad y son buenas aunque no me gusten. Y si no me gustan será porque no las entiendo y más temprano que tarde acabarán gustándome: confieso ser una persona afortunada sin capacidad de apreciar las cosas buenas que me ocurren. Nada tengo que reconvenir a la vida. Ni a persona alguna: nací sin odio y sigo igual.

Soy afortunado: Nací en el monte y vivo pegado a un monte. Me gusta el mar y vivo en Les Seniaes: cierro los ojos y las olas de un mar se estrellan en mi rostro. Me encanta el sol porque vence cada día las sombras de la noche. Y por dona me enamora la luna. Cuando llueve orbayu añoro Asturias. Vivo los años altos en Valencia y las cosas que me han ocurrido fueron mejor de lo que pude imaginar. Y por el hecho de contar que he vivido, vivo feliz y me reafirmo en la suerte que tengo. La vida se ha portado bien conmigo, soy una persona satisfecha con la fortuna. Por eso, que no es poco, y por más que me callo, persistiré en el empeño de ver amanecer el tiempo que me quede por vivir haciendo camino sin dar un paso atrás. Seguiré escribiendo la crónica del día que me gusta vivir sin olvidar saldar mis deudas con la gente que me quiere y quiero. No pienso irme sin pasar de soslayo una palabra de sincero amor, un beso o lo que sea si no es engañoso. Mientras la indecisa realidad encuentre mi destino en el fondo de un mar o en la cima de una montaña, ¿a quién importa? En la distancia de una mirada que fue mía... hágase tu voluntad. Ojalá y que alguien me recuerde y se acerque a mí para darle las gracias en el último suspiro al refulgir la tarde. Gracias.

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