miércoles, 7 de junio de 2017

Un padre espeso.

Un padre lo es para toda la vida y siempre estará dispuesto para sus hijas. Eso vale para mí y para todos los padres. Supongo. Como supongo que llega el día que los padres nos volvemos espesos y, no digo que nos dejen de querer, eso no, nuestras hijas no, pero no nos soportan: ¡Calla, ya!. Si no abrí la boca, santísima.

Traigo a de soslayo el caso de los padres que lo somos para siempre y las hijas que lo son de cuando en vez, según y cómo, en fin, para entendernos: tiene más influencia Internet en las hijas, que los besos y los abrazos de un padre. Por no hablar de la WII. ¿Alguien sabe qué es la WII?

Soy sincero cuando escribo que me siento huérfano de mis hijas y descreído de mi esposa, y si digo mi esposa digo Dios y María. Soy sincero y huérfano, y honesto, también honesto, soy todo lo verdadero que un padre y esposo a la vez puede ser con las personas que más quiere. Ése soy yo, sin doblez, lo que se puede ver a simple vista.

Vale morir de pobreza y enfermedad, por amor aunque ya no se lleve, pero morir por dejar de ser ése y tener menos influencia en mis hijas que Internet y la WII, sea lo que sea la WII, es una pena que no tiene nombre. Cuando menos que no me falte la Magdalena, cuya poesía excede al amor recibido. Un hombre bueno se muere desahuciado. Paz a los restos. Qué triste la vida de un padre cuando es viejo, pero no tan viejo como para dar consejos, y sin embargo...

Amor: no me considero un padre espeso pero tú sabes más de mí que yo. Desde luego, hoy solo quería abrazarte y darte un beso. Otro día no sé. Te quiero. Gracias.

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