martes, 10 de enero de 2017

Reconciliación.

En un arrebato iba a decir adiós. ¿Por qué me hieren tus palabras? No te diré adiós. No quiero decirte adiós. No diré adiós. Mientras me siga tu mirada y salga el sol y anuncie un nuevo día no te diré adiós. Tus palabras son tuyas y no mías. Corazón indulgente, no te diré adiós sin haberme ido.
 
Amanece estupefaciente el día, no sé si sigo durmiendo o la realidad se confunde con un sueño que tenía a punto de escribir. En sueños soy un escritor de talento. A un niño no se le quita un caramelo. Ni un sueño a un viejo.

Salgo a la calle y encuentro un paisaje desolador, arrasado por los enemigos de la beata creación literaria. No es mi mundo onírico. No podré vivir historias de amor al azahar, ni tener la capacidad visionaria para solucionar problemas que aún no se han planteado. Nadie recordará a de soslayo con asombro. Nadie será capaz de alumbrar la razón del entendimiento. Ni yo escribir mis sueños. O simplemente presentarme como un personaje de ciencia definición.

No permitas que sea por más tiempo una víctima de mi victimario: Socórreme. Acepta mis disculpas porque entre tú y yo no puede haber culpables. Entre tú y yo solo puede haber perdón sin rendición, y una rosa roja. Llegó la hora de la reconciliación. Gracias... (de nada).

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