martes, 20 de septiembre de 2016

Trama sin enredo.

Para Joseph Göbbels, "una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad". Va a ser que no.

Un suceso delictivo me aqueja desde hace tiempo, y me duele particularmente porque entra de lleno en un extravagante conflicto con una mujer que quiero. El caso comenzó con un descuido administrativo que a la vez destapó una trama intencionada que menoscababa los derechos laborales de un miembro de mi familia. La familia, y los hijos primero. La familia. Algo había qué hacer y lo hice. A esta altura del comentario conviene decir no tengo claro que fuera un descuido y no una estrategia para, como canta Eddie Dee, "quítate tú pa ponerme yo". Pero eso importa a quien importa.

Mujer: tu futuro inmediato lo escribió quien mal te quiere y sembró de cizaña tu caminar. Él era nada y tú prometías: te utilizó y tu vanidad le siguió el juego. Era cuestión de tiempo que te vieras envuelta en horrores de un pasado reciente con los que nada tenías que ver. Tu pecado, omisión del deber, que no es asunto menor, y no darte cuenta que, a pesar de los pesares, solo yo actuaba a tu favor. Lástima. El correr del tiempo descubrió que quien te manipuló interesadamente estaba siendo manipulado por una mujer orquesta sin talento ni instrumentos que trataba de matar dos pájaros de un tiro. Tengo pruebas. Sin embargo, ayer me entero que el suceso adquiere medio carácter soberbio. Vale pues, hasta el rabo todo es toro. Se acabaron las contemplaciones, una jornada laboral suficiente para decidir tu suerte de banderillas: tic, tac, tic. Y fin de la historia. Y fin del idilio. Gracias... (de nada).

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