lunes, 29 de agosto de 2016

Nada ocurre por casualidad.

"Porque las cosas no se aclaran nunca con la mentira ni con el silencio". Pablo Neruda.

La ventaja de esperar lo peor es que al final las cosas nunca resultan tan malas como se esperaban. A veces la somnolencia me embarga y cortinas de humo me nublan la visión en la impredecible realidad y por momentos no sé quién soy, me siento flotar en un mar de dudas y reconozco en mí el rostro de la desesperación. Pareciese que vivo en un mundo de poetas y no me interesa el dolor de los que sufren en silencio. La familia. La familia, y los hijos primero. Me interesa, y Dios sabe cuánto... Mi familia.

Qué insolencia, escribo tirado y no sé dónde quiero llegar: la clave pudiera tener su origen en la noche desvelada... Llevo demasiados días sin dormir... Para mí la noche es enorme, y mirando al cielo vi que las estrellas formaban palabras y sin entender qué ocurría (el cielo me juzgue) di por real que también yo soy palabra y en este instante alguien me deletrea...

La familia, aún hay esperanza... Estoy jugando con Ian. asuntos inaplazables ocupan a Patricia: intuyo que algo bueno va a ocurrir. La María nunca me abandona. Y yo, enamorado de Patricia y ella de mí, de la palabra, de la utopía en apariencia inalcanzable. Las cosas suceden, y a partir de ese momento llega la hora de reflexionar no tanto sobre el suceso, sino sobre sus consecuencias. Gracias... (de nada).

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