miércoles, 22 de junio de 2016

Con los cojones en el corazón.

La decisión está tomada y no valen excusas de mala pagadora. Se trata de aguantar y seguir o seguir a pesar de las consecuencias, el dolor y lo que venga si ha de venir. Estaba escrito pero ensimismado en mi mirada no supe leer entrelíneas. Estaba escrito, según me cuentan. El camino es largo como el otro camino. Este camino no será diferente. Será camino de piedras y charcos y hojarasca. Si es camino es para caminar. No puede quedar en entredicho. El camino al principio lo traza un dios bueno y humano, y lo continúa la mente con mano temblorosa. Será camino sinuoso y largo en el tiempo. La ciencia no avanza lo suficiente. Pero un corazón de alto voltaje y el amor sin maquillaje... Hay que joderse, por un lado la vecindad agradecida y por el otro los amigos del alma y los familiares de sangre (un hermano no es un amigo y un amigo no es un hermano. Tengo pruebas). La enfermedad no mata la esperanza.

Hago un punto y aparte al párrafo de arriba para rectificar la sentencia de ayer. Ayer dije que vale la fe, pero hoy creo que la fe tiene poco que ver en este asunto. Como en el amor no hay culpables, así pues, si no hay culpables ni a quien culpar no vale la fe ni un solo dios verdadero. Solo vale el bendito amor y la santa poesía que explica de manera clara que el maligno, a pesar de los pesares, nada puede si uno es inmortal. Desde que nacemos estamos con la candela en la mano cantando miserias y no, no habrá más paños calientes: o es rotundamente falso o activo la inmortalidad para siempre. Ni tic tac de reloj, ni la madre que lo va a parir. Nunca segundas partes fueron buenas, por el contrario, la inmortalidad no tiene achaques ni tiene edad ni demuestra pleitesía. Frente la incertidumbre y el miedo queda activada la inmortalidad (cualquier precaución es poca). Y derogadas las leyes en el imperio invasor.

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