miércoles, 24 de febrero de 2016

Testamento vital.

Oiga usted: ¿El orden de factores no altera el producto? A ver como se lo explico para que me entienda.

Se pudiera pensar que ser padre es mucho y abuelo ni te cuento. Pues al cabo de un año de conocer a Ian, puedo decir, y que nadie me tache de mentiroso y menos que lo mío va a peor y ya pasa de locura, o una "güelá" que dicen por el pueblo de Patricia si es más, estoy en condiciones de afirmar que Ian es Ian. Patricia es Patricia como Kristel es Kristel. Y Carmen, mi esposa, mucho más que todos juntos. Es lo que siento ahora y siempre. Recuerdo que un día le pedí a Patricia que me diera tiempo para querer a Ian al menos tanto como a ella. Y no. No digo no y se acabó, digo de momento no. O aún no. (Que la María y Patricia me perdonen por escribir lo que siento).

De viejo, me importa un carajo que Ian acepte mis consejos de abuelo batallitas como si fuera Palabra de Dios. De aceptarlos, naturalmente. Yo no compraré chuches a Ian callando de su madre, ni contaré chistes graciosos porque no sé y nunca aprenderé (solo le canto nanas). Yo nunca ocuparé el puesto de Patricia en el corazón de Ian ni quiero que él ocupe el de ella en el mío si no soy capaz de convertir a los dos en binomio de amor. Ayudaré a Patricia en la intendencia, en lo que sepa, pueda y más, pero mi vida antes a Patricia que a Ian. Mi vida y mi yo y mi alma y todo lo redundante que soy pertenece a Patricia y a Kristel desde el día que nacieron. Y muerto, ya digo, si algo útil, un riñón, el hígado o lo que sea, entonces sí, para Ian, o para cualquier otro humano ser. Que me descuarticen y lo que más valga si es que algo vale lo repartan. ¿Y Carmen? Pues si me falta Carmen resucitaremos juntos por amor o no resucitaremos jamás. Vivir sin ella no quiero. Y para que nadie se llame a engaño, el viernes tengo cita con el notario y le daré instrucciones acerca de algo que llaman testamento vital. Es mi voluntad.

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