martes, 18 de agosto de 2015

Las once y solo silencio.

Sigo siendo lo más parecido a un personaje propuesto por el talento para escribir sin inspiración... Nada se me ocurre sino gritar. Esto es lo más parecido a la locura que recuerdo. Estoy a punto de volver a dar en loco. O eso me parece. A todos los ruidos de estas fiestas se ha sumado la falta de inspiración. Si vacío de inspiración qué me queda o qué soy o qué seré, ¿un ser mediocre tirando a repugnante? ¡Antes me despido de mí!.

Si todo aquello que me inspiró ya no me inspira, ni asimilo otra cosa que no sea ruio, ni ideación ni paz ni creación, no aceptaré por más tiempo mi insoportable mente absurda. Me alejaré de ella, también de mi ordenador que me ordena y solo me quedaré con el teclado y lo aporrearé y que entre el mar por donde quiera: nunca dejaré de escribir. Ni seré el primero ni el último que escribe sin inspiración. Ido pero libérrimo, construiré una vida aparte libre de la consternación.

Nadie que no haya vivido el vacío de la inspiración entendería lo que escribo al dictado del ridículo. Me confieso vulgar, ajeno como nunca de ti: mi inspiración. Ni una triste metáfora candente explora mi cuerpo. No siento el calor de un sol ni las brisas de tu mar. ¡Claro, y tú!. Toda tú perdida entre las brumas de mi inspiración. Las once y solo silencio.

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