miércoles, 19 de agosto de 2015

El invento de los ingenuos.

En mi vida he vivido amenazado por personajes que desafiaron mi salud mental y no sé si alguien ha conseguido su propósito. Todo lo mío viene de lejos, ay. Ni sé por viejo ni por mis desavenencias mentales. Bien del todo no estoy, lo confieso. Lo percibo en el ambiente: la mujer de ayer (lo siento por las mujeres) dejó de hablarme. Aclaro que ya no me hablaba pero respondía mi saludo. Ahora ni eso. Derrotado por una mujer (no quiero ser cruel, en adelante diré vecina del pueblo de Patricia), podré entregarme sin reparos a la grandeza del amor. No digo amor divino sino colindante: una derrota lleva a otra victoria. (Que no me falte tu risa y tu mirada). Cuántas maldades han sucumbido a la mirada tierna del amor. Amar, empezando por una (y uno que lleguen a ser dos) y siguiendo por las demás, nos hace llegar a viejos más felices. En fin, por mi parte solo decir que ya he escrito mis peores momentos, a partir de ahora solo escribiré los buenos aunque mentirosos; que sea la muerte "el negro" que escriba lo peor de mí si algo queda (algo siempre queda, como en el amor). Y cuando me borre de la lista de los amaneceres del nuevo día que arranque, por las malas si fuera preciso, los malos gestos y las peores muecas de los que sufren sus miserias y las cambie por miradas de soslayo agradecidas de la vida y el amor. Alguien dijo que veníamos a este mundo a sufrir y el horror de algunas fue creerlo. (El desprecio es el invento más socorrido para entretener a los ingenuos).

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