martes, 21 de abril de 2015

Vidas amorfas.

No hay dudas, de soslayo pasa desapercibido, algo que no tiene explicación. Es diminuto ante lo posible de alcanzar y no es factible que nadie saque algo que merezca la pena de él. Claro, podemos estar de acuerdo. En lo que no estamos den acuerdo es que no pone interés en dar y hacer acopio de vida posible con la intención de aprender y ser mejores. 

Un de soslayo harto de permanecer ante una tormenta heterogénea considera que las causas por los que se reflexiona han degenerado en una trama de insaciable vulgaridad: las reglas no se cumplen y la indiferencia ante el caos conlleva la confusión que afecta a las nuevas generaciones. ¿Hay culpables? La familia y otros componentes que forman parte de la sociedad. Faltan los ejemplos en el la familia y la sociedad que son fundamentales para ennoblecer la dignidad, no debemos dejar el día al azahar ni optar por la indiferencia que solo beneficia proyectos ególatras cuyas inmediatas metas no son captadas por los que viven ensimismados en sus rutinarias tareas y no dedican parte de su afanoso día a compartir las ideas en amena tertulia. Ocio sano. Peligroso permitir lo que comienza con un inocente a ver qué pasa y se hace incontenible. Resulta penoso en una sociedad donde por un lado se habla de progreso y analfabetismo por otro, la deserción escolar, la dejadez del intelecto. Pasa por el entretenimiento hueco que se extiende con una facilidad pasmosa nublando el pensamiento de jóvenes inmaduros y adultos entumidos. La sociedad, mientras tienda a carecer de conocimiento será dada a ser esclava de sí. Y la esclavitud moderna no es como la antigua, no estamos atados con cadenas, sino en tiempos de maniobras mentales proporcionando estímulos calculados para seducir a los incautos. Sin distinguir edad quedan atrapados bajo la astucia de sectores de agilidad verbal y poder económico que sutilmente logran sugestionar el dubitativo razonar. No son capaces de observar el abismo que, manipulados, encierran intereses que hacen peligrar su futuro inmediato.

No izamos la bandera moral, entre comillas, repetimos el mismo discurso ante la vacuidad y las chabacanerías que ya son naturales en una sociedad por medio de diferentes fuentes, entre ellas la información interesada de sus dueños.

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