domingo, 5 de abril de 2015

Verónica.

No debiera extrañarnos, porque entre todos y todas, hemos construido un país de muchas y complicadas urgencias, y precisamos fabricar puentes de entendimiento, pues está en peligro la convivencia humana en comunidad... Hablo de convivencia humana en comunidad porque ya solo convivimos con los bancos.

De una promesa hecha el sábado -las promesas se cumplen-, quiero decir con palabras verdaderas, que una amiga de ojos azules y cabello rubio rizoso, con la cara alegre de los domingos, es más que una Dama: confirmada la sospecha. Un verdadero milagro para creer, además, me cuentan que no tiene otra cara. Innaudito para un pueblo que vive de las apariencias.

El asunto es como el de tantas otras familias, Verónica, tiene una hipoteca pagada al 60% religiosamente hasta que el paro llamó a su puerta; ella quiera pagar, pero no tiene dinero. Habló con el banco para llegar a un acuerdo y dijeron no. Después fue a otros dos bancos y encontró la misma respuesta. Parece que la ley de la libre competencia no tiene que ver con los bancos y nuestros asuntos. Si uno dice no los otros también dicen no. -Que pase el siguiente...

El humano ser se ha empobrecido exteriormente y no cabe la menor duda que, caminando como camina a la deriva se empobrece interiormente. Y entonces, desbaratado, podemos esperar cualquier cosa de nosotros... Tenemos que salir de esta miseria que nos está matando, intensificar el diálogo con voluntad de solución. La solución es política como la fue salvar a los bancos. Política, señores del gobierno, la solución es política.

En el caso de una amiga de ojos azules y cabello rubio rizoso, la solución pasa por alargar la hipoteca de acuerdo a su realidad económica. Una amiga quiere pagar pero la cuota es demasiado alta y no quiere perder la mala costumbre de comer y dar de comer a su hija embarazada.

¿Cuánto cuesta inyectar un poco de humanidad en vena y ayudar a los que más lo necesitan? A muchos y muchas les va la vida en ello... No hablo de compasión sino de justicia. A fin de cuentas, es subsistencia humana. Si no hablara del mundo financiero se podría decir que, por el camino del entendimiento se transforma la vida y nos encontramos con el bendito amor y la santa poesía. Entrelazar palabras colindantes, armonía, una sonrisa, un brazo pegado a un hombro o una mirada de soslayo es el lenguaje idóneo para un futuro infinitamente más humano. La decisión es política, insisto. De cualquier manera, como sociedad, no podemos esquivar nuestro compromiso de respeto a los derechos humanos como el deber de mantener los propios.

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