viernes, 6 de marzo de 2015

Ni yo me entiendo.

Del pasado lunes recuerdo levantarme de la cama agobiado y nervioso, que bajé a la calle y sin saber qué hacer levité. Uno es capaz de hacer cosas imposibles para el resto de los mortales. Un día me dará por limpiar el coche y veremos qué ocurre. Bueno, igual hay cosas que ni yo puedo hacer. Sea para bien o para mal, no quiero que la vecindad se entere de lo que soy capaz de hacer en la noche desvelada. Si lo cuento en casa o me ven flotar es distinto. Además, en casa tenemos firmado ante notario un pacto de silencio.

Hoy, viernes, he vuelto levantarme agobiado y nervioso. Si no fuera porque no sé de qué escribir, nadie se enteraría. En los años altos uno ya no puede esperar más que penas sin alegrías. Y de cantar miseras estoy harto. Todo entra dentro del juego de vivir. No puedo mentir ni escribir un día diferente. La verdad es esa.

No quiero releer hasta mañana y a esta altura de la tontería no sé si estoy en casa o levitando o de paseo por el pueblo. Me tendré que observar cuando escribo. Tal vez cuando cobre la extra de verano compre un teléfono de esos que te fotografían si te alejas un poco de ellos. Yo no soy de mucha fotografía y enseñarme, ay; que sea por saber adónde van mis pasos. Ahora que pienso: podría ser sonámbulo y estar loco. ¿Estarán locos los sonámbulos? Sufro una concentración de anomalías mentales imposible de resolver. Como está la Sanidad hoy en día, fijo me acabarán quitando la tarjeta sanitaria.

Me encuentro más confuso que siempre. Para un viernes de fiar esto no es normal. Pero no puedo dejarme llevar por mis cuestiones de dudosa factura. A veces hecho en falta una amiga que me escuche sin decir, o mejor que me escuche sin oír como en misa. Toda mi vida es paranormal, fenómenos inexplicables. Ni yo me entiendo. Muchas gracias. De nada.

3 comentarios: