lunes, 1 de diciembre de 2014

Eugenio sin acritud.

Ayer almorcé con Eugenio y me contó historias del pueblo. Vivió muchas. Una de esas historias la traigo a de soslayo porque me resulta especial. Es del pasado pero creo que pudiera ser del presente. La narró en primera persona y Eugenio no es de este pueblo. Ayer no supe qué pensar y a preguntarle no me atreví. Es Eugenio.

Me dijo no querer remover los malos quereres de quienes en su día le hicieron daño. Y me lo cuenta de manera oportunista. No sé qué pensar, insisto.

Eugenio sin acritud.  

Fueron comportamientos de aquellos que debieron arroparme y no investigar mis antecedentes para desprestigiarme... "Si viene del norte no puede ser sino etarra". A mí que me temblaron las piernas cuando cogí por primera vez una escopeta en la "mili". Yo etarra. Tengo informes médicos que acreditan mis capacidades innatas para fregar platos en la cocina y no pegar tiros por la alta montaña de Jaca.

"Quién no sigue en un pueblo la impuesta doctrina de determinados sincretismos es objeto de ser rechazado, aislado y considerado un mal social. ¡Al paredón!". Puro nazismo. Esto es mío, con perdón.

El origen partió de la institución municipal por miedo a las consecuencias. Hablo de política. Se pidieron informes judiciales por escrito para luego, donde decía Diego, asegurar que escrito estaba Manolo. Y que Manolo sino etarra era un bandolero de mucho cuidado en Sierra Morena. Qué pena y qué dolor. ¡Qué vergüenza!.

Y Eugenio acabó diciendo:

Lo tenía olvidado, compañero, así que tu compañía me revolvió la caja de los malos recuerdos. Pero siguen siendo recuerdos muertos... Tranquilo. No niego el saludo a nadie. Su castigo agachar la cabeza al verme. Su penitencia su fe cristiana.

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