miércoles, 4 de junio de 2014

¡Pécora!.

Me trae sin cuidado la verdad por triste que sea si no tiene vuelta de hoja. No tanto ya la mentira. Y sobretodo quien la ejecuta. Quien de su vida triste justifica horrores y afila sus garras en busca de afines para su causa, que Dios se apiade de su alma. Amén.

La mentira ha llamado a su puerta y como un amigo gorrón se ha quedado a vivir. A la mentira no le gusta la soledad, es más de estar en compañía. Y hacer daño. Quien pregona maldades con tintes de misericordias en su trinchera de intereses miente a la dignidad y a los principios. Miente al mensajero. Miente al hambriento. Miente al indefenso. Disfraza la verdad. Quien disimula la verdad entre sus desvergüenzas se miente a sí misma. Y así, con la cara de ir a misa los domingos, ¡hipócrita!, va conquistando adhesiones y ganando simpatizantes. Pero la mentira siempre será mentira y al final la verdad muerde la duda y sale a la luz. Nada justifica la mentira y el engaño. La mentira esclaviza y la verdad libera.

A la gente sencilla de mi pueblo les digo que si la ven vestida de lagarterana no la miren a los ojos ni le pregunten: es verdaderamente maliciosa y vengativa. Pero si no la pueden evitar y ella les pregunta, díganle que solo pasaban por allí y denle desprecio al irse. Aunque solo sea de soslayo. ¡Pécora!.

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