miércoles, 18 de junio de 2014

Más días de la cuenta.

Los hijos juegan con máquinas satánicas y no salen de casa. Y los padres van con sus asuntos inaplazables aborregados. Somos autómatas. Las limitaciones invaden nuestra cotidianidad. Somos números inscritos en una tarjeta bancaria y en la memoria de un ordenador que nos ordena. Vivimos enlatados con ofertas de vida superflua tan autómatas como nuestras relaciones.

No es no éramos así, yo no era como soy entre todas mis anomalías. Es la jodida ansiedad. Quiero sobreponerme a mis debilidades y sobrellevarlas, conocer a gente, dotarme de la fuerza necesaria para ponerme al día y me mata la ansiedad dominante. No soy de esta vida o de esta época o de este mundo. Perdí el tren hoy y mañana, cariño, no me esperes a cenar.

Mi propia vida me asfixia y me disminuye como persona. Y lo peor, mi aprendizaje que siempre fue contínuo de repente se ha parado. "Para la edad que tienes están muy bien": no me lo dice una mujer bella que me gustaría oír, me lo dice la Dama que vela mis sueños. Ignorante de mí mismo, se me va la vida frente a mis propias carencias que son limitaciones concretas. Me siento vacío de contenido, absurdo escribiendo mis sentires, ausente de este mundo con todo tipo de restricciones. Me siento acorralado. Soy incapaz de adaptarme a las circunstancias para vivir el momento y no es por casualidad. Me he hecho viejo sin alcanzar la madurez que me enseñaría a vivir sin complejos

Un sábado de fieles difuntos no me reconocerías, dona, y no hace tanto que te fuiste. Un año ya no tiene 365 días para mí, tiene más días, muchos más. Más días de la cuenta.

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