jueves, 12 de junio de 2014

Desmemoriado.

Una amiga me llama para decirme que el ejercicio es bueno para la memoria.

Hablo de la maldita memoria, y resulta que el consumo de café favorece la memoria. Lo leo en una rervista del corazón, ay, me chiflan las revistas del corazón; se entera uno de todo lo que realmente importa. Pero no puede ser verdad, no bebo otra cosa que café y ni siquiera recuerdo dónde dejo las zapatillas el día anterior.

¿Cómo estás? Me pregunta la enfermera, por cierto joven y alegre. De eso tampoco me acuerdo, hablo de mi juventud, y la echo de menos. Y la alegría. ¡Joder, dona, ya empezamos como acabamos ayer: pesimista y triste de morir.

El artículo explica con todo lujo de detalles que la cafeína impide que una molécula cerebral de nombre adenosina (esa me falta. Fijo) inhibe la hormona norepinefrina (esa tampoco: ni la quiero con ese nombre). Y después lo de siempre: que omega 3, que hacer ejercicio, que a más de eso y aquello más materia gris en el hipocampo. Por cierto la enfermera me extrajo sangre y ni me enteré: cosa rara.

Eso de la materia gris me suena de algo. Ya: en una hoja escrita por ambas caras, la Dama que vela mis sueños me deja claro que uno de mis problemas es la materia gris que no tengo. ¿Y para qué entonces voy a hacer ejercicio con lo que cansa? (Otra amiga que mucho blá, blá, y a fin de cuentas ná de ná).

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