jueves, 26 de junio de 2014

Derecho a la privacidad.

Nadie quiere estar solo. Esto no es un lamento o un tango tristón, tampoco vengo a quejarme; en los años altos casi vivo como quiero. Hablo de la soledad impuesta, la injusta, esa que nos imponen en cualquier circunstancia. Esa soledad no la quiero para mí. La otra sí, esa de mejor estar solo que mal acompañado, la necesaria para encontrarse a uno mismo, la justa, la saludable, la que no pasa factura... Sé lo que digo, por lo que reclamo aquí y ahora, mi derecho a la privacidad.

La individualidad, el espacio abierto, el respeto marca tendencia este verano en las relaciones interpersonales, incluso en las familiares. Por cierto, con tanta igualdad y en ese plan, mi esposa ahora dice que este verano cada cual se busque la vida para comer. No sé si me explico: comer comeremos si Rajoy y la Tesorería de las SS nos pagan, mi esposa se refiere a cocinar ella. Este verano mi esposa se niega a cocinar, dice que me prepare yo la comida o vaya al bar. Si mi güela viviera... o Franco, ya le bajaría yo los humos a mi esposa, pero ahora sin una y el otro no me atrevo. Que a un hombre le pueda todo el mundo es una lástima de hombre. De joven... la verdad, yo siempre fui poco valiente, para qué mentir, fui más de creer en la buena voluntad de la gente, de tener fe, y que las cosas se arreglaran por sí solas. La mayoría de los españoles pensábamos igual; de ahí que Franco muriera de viejo y en la cama. ¿Y? ¡Españoles, Franco ha muerto!.

Que nadie piense mal, no soy un asesino ni quiero que nadie lo sea por mí: no fui a la guerra pero corrí delante de los verdes y los grises (y en algún descuido detrás. Luego tocaba dar y recibir. Recibir hostias y dar gritos, quiero decir). Fui valiente a mi manera. Pero a lo que iba, la mujer se ha liberado y el hombre es consciente de ello, y no tiene arreglo el tema, ni consuelo, ay. La mujer tomándose la cervecita y unos boquerones con sus amigas en la terraza de un bar y el hombre a llorar sus penas en la soledad del hogar. ¡Pero qué bajo hemos caído, oiga!. Daría lo que no tengo porque mis amigos de antes lo siguieran siendo y me invitaran a cenar los fines de semana en la avenida...

La soledad mal llevada, el quedarse en casa, si al menos dona viviera. ¡Joder, dona, qué situación me toca sortear este verano!. Mi incapacidad de retener a los amigos culpable. Los cambiaría a todos por una amiga, pero tampoco me quedan... Tanto confiar en mis encantos y en mi manera de ser tan estupenda, tan agradable en el trato, tan cariñoso y ahora vivo la más funesta de las soledades. Para este verano bocadillos de mortadela. La bravuconería pasa factura. Simple y llanamente soy lo que merezco, se comenta por el pueblo. Y mi esposa carrobora asienta y calla.

Que al menos mi capacidad de aprendizaje con altura de miras y los recuerdos de otros tiempos mejores me devuelvan la sonrisa a los labios. Amén.

4 comentarios:

  1. Primero que nada, comerás no si Rajoy te paga, estas muy equivocado, comerás si los que estamos en activo pagamos religiosamente y no hacemos los mismo que la mayoría de la casta política y sindical de este país.
    Los amigos, no son ni de antes ni de después, los amigos son amigos, y muchos de ellos no tienen wasssp. La cena en la avenida esta cociéndose en la cocina, falta poco para dar el pistoletazo de salida, átate bien las zapatillas no te pille falto de reflejos.

    PD: Un amigo no tiene que estar siempre tocando la trompeta, un amigo es el que esta cuando tiene que estar. Salud

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  2. ¡Vale, tío!. Era para sacarte del silencio, que no es sino la soledad bien entendida. Nos vemos. Muchas gracias.

    Salud.

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  3. ¡Ya lo se tío! Era para que te dieras cuenta de que estas bien vivo, y nada más tocarte la fibra sensible saltas, eso es buena señal.
    Salud

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  4. Siempre entre bastidores... Eres muy amable. Muchas gracias.

    Salud.

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