miércoles, 12 de febrero de 2014

Por tu luz mis ojos

Por suerte para mí nos conocíamos, era vieja nuestra amistad. Con su fuerza y su tenacidad, con la mano en el corazón, hizo de cada espina una rosa, de su sangre rojo puñal una flor de María. Para ella todo comenzaba con amor. Inspirada en sus recuerdos de huérfana y apoyada en la mano su esposo, leal y enamorado, edificó una familia de honor y respeto. Y desde entonces su vida fue un enseñar valores a sus hijos con la frente muy alta. Un día me dijo que se había olvidado de vivir y se fue sin decir hacia un mar en calma con su boca llena de besos... (Su parábola ya no se apoya en mí).



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