domingo, 19 de enero de 2014

Ser yo mismo

Otro domingo, un día cualquiera que me siento al teclado de mi viejo ordenador metido de lleno en mi pequeño mundo, intentando hacer de un día que no se atreve algo digno. Miro de soslayo desde mi ventana y veo pasar gente. Son jóvenes que van de regreso a casa luego de una noche de fiesta. Al fin todo está en calma, la vida vuelve al ritmo de antes, lo malo y lo bueno a su sitio de costumbre. Y mientras recorro los dedos por el teclado, sin pretenderlo aparece una realidad desconocida para mí. La pantalla me confunde. Mi inspiración no viene con acuso de recibo de este mundo. Leo meridianamente claro que una amiga ha encontrado su camino y es feliz. A lo que siempre aspiró. Tal vez el amor ha llamado a su puerta. Pero no paro de escribir y sigo dándole al teclado como si estuviera metido en un laberinto sin salida. Y escribo sobre otra amiga que cree que va a algún sitio por el hecho de que camina mucho, pero tras completar inadvertidamente un amplio círculo termina en el mismo lugar del que partió. No entiendo nada. Otro texto que aparece es de gente que divisa alucinada un supuesto oasis hacia el que corren desenfrenados, pero cuando creen haberlo alcanzado, el espejismo se desvanece dejando solo algo más de agotamiento y algo menos de esperanza. 
  
Tengo la impresión que en ocasiones intentamos modificar íntegramente la realidad de un toque mágico. Aunque confieso que yo solo he podido componer variaciones sobre el mismo tema; mi vida, y el cambio que necesito desesperadamente es el de ser yo mismo. 

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