martes, 17 de diciembre de 2013

Mis días

Acudo cada día a de soslayo, que no es más que un confesonario tan virtual como real, para apaciguar mi tristeza, mi hastío y el malestar que no llego a definir pero me embarga. Quiero describirlo, pero se escapa a lo inteligible. Flota más allá de su compresión por las palabras.

Tengo la necesidad de explicar algo que no siempre puedo. Hablo de mi país. Y no puedo porque no lo entiendo. Si dejase de preguntarme cómo podría expresar mi malestar y dejar de pensar en todo a la vez estoy seguro que me llegaría un poco de serenidad al alma. A veces me tranquiliza expresar mi malestar para sentirme vivo. Disfruto de la vida que me puedo permitir y no quiero recuperar el tiempo perdido.

Compartiendo la vida me encuentro viviendo una situación que es una realidad que creí olvidada y solo estaba adormecida. Lo peor es levantarme cada mañana y leer las noticias y sentirme naufragar en un océano sin tener dónde agarrarme, y sentir que mi cuerpo se aletarga en una cueva de donde no puedo salir. Para hacer nada. Para sentirme más inferior. Oigo gritos, son gritos de los más débiles: 3.000.000 de ciudadanos viven en la pobreza, son los datos,  y otros tantos en su umbral. El daño que nos hace este gobierno es irreparable. 

Nunca fui persona serena, seguro de sí mismo, alguien en el que en un momento se pueda asir cuando la inseguridad acorrala, alguien que pudiera ayudar. Siempre viví al margen de la realidad. Demuestro fortaleza y solo es apariencia. Soy un ser débil.
  
Pero ha llegado el día que siento tanta pena por los demás que por mí mismo. Y me duele el alma tan profundo que no puedo sino sentir rabia. Me comería a mí mismo. Escribir es un acto que atrapó mi voluntad para buscar una salida digna a mis días.

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