sábado, 21 de diciembre de 2013

Bienvenidos al club

Le pregunto a un amigo y él me contesta en una reunión familiar: 
  
-Se corta el hielo en la mirada.
-¿Te has dado cuenta?
-Sí.
-Pensaba lo mismo. Me lees el pensamiento.
-Lo siento.
-¿Y qué vas a hacer?
-No sé.
-Aguantar, no se puede hacer nada.
  
A mi amigo le diría que nada está perdido, pero tal vez esté todo dicho. Entonces, creo que tiene razón: Aguantar, no se puede hacer nada.
  
Precisamente hoy es el aniversario de mi muerte cuando estaba a punto de cumplir treinta años. Fue una vida construida con amor.  
  
En la Misa de Cuerpo Presente, el cura, sin duda guiado por el Espíritu Santo, dio lectura al Salmo 34 (33) que copio y pego a continuación:

"Bendeciré al Señor en todo momento, no cesará mi boca de alabarlo. Mi alma se gloría en el Señor, que lo oigan los humildes y se alegren. Engrandezcan conmigo al Señor y ensalcemos juntos su nombre. Busqué al Señor y me dio una respuesta y me libró de todos mis temores. Mírenlo y quedarán iluminados, no asomará en sus caras la vergüenza. Busqué al Señor y me salvó de todas mis angustias. Hagan la prueba y vean cuán bueno es el Señor: ¡nada le falta a quien le ama!. A los justos Dios los mira y escucha atentamente sus clamores. El Señor está cerca de las almas que sienten aflicción y salva a los de espíritu abatido".
      
En ese momento la paz retornó a mi alma y comprendí el "por qué" de mi muerte.
     
Eso es todo para un sábado de fieles difuntos, solo decir que me siento incompleto en la promesa, en la rosa, en el viento, en el mar, en las estrellas y la luna. Fueron treinta años compartiendo amor y vida eterna. Voy a encontrarme con dona. Amén. (A los que adivinan el misterio sean bienvenidos al club de los poetas muertos). 

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