viernes, 8 de noviembre de 2013

Ni casi feliz ni a media luz los dos

"La alegría, como la esperanza, es lo último que pierde una mujer, porque a veces es lo único que tiene".
 
De todas maneras, sigo pensando que con la vocación innata de una mujer para la alegría y el amor no hay maldad, perfidia ni pena que no pueda superar... Es así. Entonces, ¿por qué compra impunidad en el mercado del desamor...? Una mujer enamorada se funde impunemente y sucumbe al desánimo. ¿Qué le ocurre a una mujer siempre victoriosa y alegre? Me cuentan que bastaba su presencia para que la fiesta se alargara hasta el amanecer: nadie se iba sin ver salir el sol. ¿Algún día volverá a ser la que fue? O por lo menos a soñar con la posibilidad de serlo...
 
No puede haber desesperanza capaz de robarle a una mujer enamorada su innata capacidad para ser feliz y de sus penas hacer rayos de sol. Parece un absurdo por insustancial, pero, qué es un alma de mujer sin una sonrisa en los labios, o como me preguntó un día, ¿qué haces ahí a la sombra del naranjo? Tal parece que las cosas según avanza el enunciado se van aclarando...
 
Mujer sin sueño: ni amores estresados, ni amantes vencidos, ni poemas sin dueño. Nadie logrará acabar con tu vocación para la alegría, porque estoy convencido que Jesús el Cristo aprieta pero no ahoga. A pesar del llanto escondido en tus entrañas y tus precariedades, nadie podrá robarte la alegría. Ni casi feliz ni a media luz los dos.

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