sábado, 5 de octubre de 2013

Vocación de opositor

Un amor con vocación de opositor se lamenta y se entrega a su propio destino: que Dios bendiga su suerte y que se la aumente. Y salud.
 
Según me cuentan mis informadoras, de un tiempo a esta parte, el otrora dios del amor, de la inspiración poética y otros besos, viene lanzando sus flechas para herir de muerte la esperanza de gente sencilla de buen corazón que no entiende... Así, de repente y sin justificar, sorprende con una forma inusual de comportamiento. Y ahora, además, es subsidio de la palabra que explicaría su vocación de opositor porque no entiende. No. Sus impulsos sin reflexión lo entregan a las apariencias... Nunca aprenderá. ¿Resurgirá una nueva opción del más terrible de los absurdos? Complicado desafío al que se enfrenta la santa poesía de querer...
 
Si el talento de un poeta es el azote del desamor, el amor que se entrega a su propio destino vencido de antemano es un castigo. Vocación de opositor. El viejo asunto de un amor que no se cree correspondido. El desánimo, consecuencia del tiempo que manda prudencia y sin dar explicaciones remata la faena con un adiós. Los enamorados de la vida y la amistad se acostumbran rápido a que les den una esperanza pero no pierden las formas si no entienden. Sin embargo, un amor con vocación de opositor se desbarata, y eso no puede ser casual... (En los próximos días, alguien tendrá que explicarse y convencer con vocación de futuro, por qué de buenas a primeras le ha entrado esas irrefrenables ganas de entregar un amor a su propio destino. O no).

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