Un martes, cinco años y una amiga

"No digo tímidos, pero hay gente que le cuesta expresar sus sentimientos".

-Tú tienes un don, tú sabes expresar lo que sientes.

-¿Un don?

-Sí, yo lo llamo un don.

-¿Y cuál es tu don?

-Si trabajar es un don... Pero hablo de escribir sentimientos...

-¿Acaso te importa lo que siento?

-No. O sí. Sí. No sé.

-¿Y por qué crees que expreso lo que siento?

-¿No sientes lo que escribes?

-Dímelo tú.

-¿Mientes cuando escribes?

-¿Debiera escribir siempre lo que siento?

-Según lo que escribas...

-Pongamos que escribo de ti: ¿debiera escribir lo que siento?

-Sí.

-¿Y si eso te hiciera daño?

-A veces me haces daño...

-¿Qué te hace suponer que escribo de ti?

-Algunas de tus palabras llevan mi nombre.

-¿Tú crees?

-Sí.

-Y por qué dices que a veces te hago daño... Yo a ti nunca te haría daño.

-Me haces daño...

-No es cierto.

-Es cierto, me haces daño, y no a veces... siempre me haces daño cuando escribes de mi.

-De acuerdo, a veces escribo con tu nombre, pero solo pretendo llamar la atención a tu inteligencia emocional para que armonice tu corazón y tu mente. Tu inteligencia emocional se mueve en otra dimensión.

-¿Te das cuenta lo que estás escribiendo?

-Sí.

-¿Entonces?

-Lo mío no es un don, que dices, es un quebranto sentimental que se refugia dentro de su soledad sin esperar recompensa.

-Diría que no te dejas querer...

-Somos amigos... y soy previsible.

-¿Tú crees?

La estupidez no es psiquiatría científica, pero si una estupidez que se debe respetar. (Ese hombre es invisible, pero no se te ocurra acercarte a él).