sábado, 6 de abril de 2013

Hoy, sin ser mañana, es una orgullosa realidad

De aquel día recuerdo, de aquella tarde especialmente recuerdo una dama de triste vestida con una promesa en los labios... Era sábado, y al día siguiente tenía un compromiso ineludible. Tenía miedo, y no tanto por no cumplir la promesa, que a fin de cuentas nadie corría detrás de ella (en tal caso delante), sino por ella misma. Porque hubo un tiempo que sin darse cuenta le pasó desapercibido y se dejó llevar por la depresión y los malos augurios. Pero ya no, ahora lo tiene claro. Ahora no.

De aquel día, sábado como digo, recuerdo que nos cruzamos y no nos saludamos. Sin embargo, en un descuido una brisa se llevó el sol de entre sus dedos de joven adolescente. Lo recuerdo como si fuera hoy. Y se dio cuenta al instante. Y se sintió sin fuerzas para cumplir la promesa. Y entonces tuvo miedo, como lo tendría una quinceañera cuando ve que su amor no la mira de soslayo... Pronto será mañana -pensó- y no sé si podré, si aguantaré. Quizá me vea obligada a rendirme...

A mí, raramente se me escapan de unos ojos la mirada... La mirada de una dama es su mayor virtud, su verdad y su compromiso con la vida. Hasta dicen que es el espejo del alma... A mí raramente se me escapa una dama capaz de cumplir una promesa. Siempre digo que una dama es más que una mujer. Y a las pruebas me remito: lo que ayer era una duda, hoy es una certeza, porque hoy sin ser mañana, una dama ha cumplido su promesa. La primera no llegó, ni la segunda, pero llegó: a fin de cuentas es lo que importa...

En la fotografía que sacaron los medios a la llegada, feliz, ya no vestía de triste gris, sino de alegre esperanza: Hoy, sin ser mañana, es una orgullosa realidad.

2 comentarios:

  1. La dama se vistió de color realidad.

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  2. ... hasta las doce de la noche, que como Cenicienta, a partir de esa hora, el final feliz estará asegurado. Ánimo. Muchas gracias. Beso.

    Salud

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