martes, 16 de abril de 2013

A mano amada

A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada verde,
                                                            otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
                                      me reclaman.

Reconozco los rostros.
                                            No hurto el cuerpo.

Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
                                          la memoria.

Autor: Ángel González.

La memoria, esa máquina silenciosa capaz de recordar. La memoria, tentativa inútil. Amor, vivamos el sueño de un nuevo amanecer. ¡Maldita la memoria!. Misteriosa la mente que segrega materia gris por el cerebro. Amor, amada mía, a mano amada, te recuerdo amor acreditada en mi corazón. El corazón no entiende sino de su propia naturaleza. Cierro lo ojos y te siento latente en mi corazón. Ante ¡el olvido o la vida! te elijo Amor.

4 comentarios:

  1. La memoria, con su filo helado, siempre empeñada en revivir lo perdido, en adornar lo que creemos que fue. Siempre falseando el pasado. Ángel González, y sus colegas de la poesía de la experiencia hurgaron a fondo sobre el tema, y siempre con honestidad.
    Un abrazo

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  2. Generación del 27. Muchas gracias.

    Salud

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