viernes, 29 de marzo de 2013

Un anónimo e-mail

Normalmente recibo e-mails anónimos que directamente van a la papelera, pero hoy es viernes de fiar, y Santo por demás: el caso es que lo abrí. Y sorprendentemente había una carta de un padre a su hija que quiero compartir para que se tome como texto para consejo en situaciones similares, si lo considera quien en un descuido entre en de soslayo esta mañana. La carta dice así:

Querida hija.

Querida hija, estoy de acuerdo con tu decisión de emanciparte, y creo conveniente darte unos consejos de padre viejo que ha vivido... Nunca dejes de escuchar las instrucciones de la prudencia y la tolerancia que permiten los preceptos de la verdad para que se hundan profundamente en tu corazón, así los encantos de tu mente darán brillo a la elegancia de tus formas y tu belleza como la rosa a la cual te asemejas, y no olvides conservar su dulzura después que se haya marchitado. Supérate a ti misma día tras día dentro de la prudencia, instrúyete, trabaja, intenta ser mejor. Aprende algo nuevo cada día y no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy: es un sabio consejo popular, es una gran verdad. Nunca digas después, que después puede ser tarde. Y procura dejar huella a tu paso, que te recuerden con una sonrisa por tu buen hacer.

Que tu perdón no entre en contradicción con el olvido, a fin de cuentas es lo mismo. Procura perder tu vanidad con al paso del tiempo y enséñate la luz de la humildad para alumbrar tus noches y extinguir las tinieblas de tu ego: Serás digna de tus valores. Multiplica tus esperanzas y aporta todo lo que puedas para construir un mundo habitable donde la maldad no tenga lugar. No creas necesario ser una santa para amar a tus semejantes como a ti misma. Y si fracases, no culpes a nadie, y menos al amor: asúmelo y rectifica. Toma tus propias decisiones. Y si tropiezas y caes, levántate siempre una vez más de las que caigas. No mendigues palabras de consuelo o perdón, ni cantes miserias a nadie. Saca fuerzas de flaqueza y no te consideres vencida mientras corra una gota de sangre por tus venas. Lo que sea o consideres importe en tu vida que tenga profundo sentido para ti.

Y ahora, hablaré del amor para decirte, que en tu juventud primaveral los ojos de los hombres te mirarán con asombro y su propia naturaleza te murmurará al oído el significado de sus miradas, escucha con cautela sus seductoras palabras, pon a salvo tu corazón, y no prestes los oídos con entusiasmo a su voz persuasiva y suave. Pero cuando creas que has encontrado a esa persona esperada, ámala, pero de una manera brutal. Y si te equivocas sufre lo justo. No te lamentes por errar en el amor; entregarse al amor es un riesgo, pero es un riesgo que merece la pena correr. No temas y ama con todas tus fuerzas: ama hasta las trancas. Igual que tienes dos manos para trabajar, tienes dos brazos pegados a dos hombros para abrazar, úsalos. Y considérate la compañera ideal para quien tú elijas, no la esclava de su pasión, porque tu propósito no será solamente complacer sus deseos, sino compartir quehaceres cotidianos, estar cerca en sus momentos bajos con tu ternura y recompensar sus atenciones con amable solicitud. Y viceversa, porque no has de permitir jamás que olvide que sois iguales.

Es todo, querida hija, que seas muy feliz.

Hasta aquí la carta de un padre a su hija en un día señalado en el calendario para siempre... ¿Un adiós para siempre? Un adiós no necesariamente es para siempre. Un adiós... Un amor de padre es para toda la vida. Es así. Y por amor te digo que no me olvides, mi niña. La niña de mis ojos. Llámame de cuando en vez para saber de ti, de cómo te va la vida. Te quiero.

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