sábado, 16 de marzo de 2013

Semana de la Conciencia por la Salud Mental en Facebook.

Mi esposa me dice que esta es la Semana de la Conciencia por la Salud Mental en Facebook y que escriba algo... Qué semana, Facebook... De eso sé: todos los años, la dama que no me deja ir y yo la celebramos en la intimidad. Es la semana del 10 de octubre. Pero es mi esposa y es Facebook... Además, hoy es sábado 16, así que... en fin. Algo se le ocurrirá a dona porque lo que es a mí...

-¿Será la locura el último reducto de la lucidez?
-¡Hostia!.
-¡Contesta!.
-Y yo qué sé, además me coges en frío...
-A mí no me hables de frío...
-Perdona, pero entraste sin llamar...
-¿Qué escribiste arriba?
-Es verdad, perdona.
-Vale ya de perdona. En vida nunca me pediste perdón...
-Rencorosa... Y mentirosa.
-No te pases... ¿me vas a contestar o no?

Le contestaría, pero sé que lo dice por mí, porque nunca creyó en mí a carta cabal. Entre ella y yo solo hubo amor: si le contestara me obligaría a darle importancia, y no es nada más que una bella durmiente sobre un mundo de puertas abiertas al vicio de dormir más allá de la vida.

-Ay, dona, mejor lo dejamos...
-Hoy es sábado, y cuando me fui me dijiste que ya todos los sábados sería míos.
-Lo sé. Y no dejo de pensar en ti.
-¿Entonces?
-Es mi esposa y es Facebook...
-¿Y entonces?
-En nada has cambiado, tú y tu ironía, y tus interminables ronquidos ostensibles y palpables que me volvían loco...
-¿Yo culpable de tus paranoias?
-Respétame al menos. Bien sabes que lo mío no tiene remedio...
-¿Por qué no tiene remedio?
-Porque soy enfermo mental y me pagan...
-Es por eso, porque te pagan eres enfermo mental...
-Eres insufrible...
-¿Me contestas o vuelvo por mis pasos?
-No, no te vayas: hoy estoy de aquella manera...
-Como siempre.

Me conoce y sabe dónde pincharme. La quiero a pesar de todo, de estar muerta y de sus ronquidos, lo contrario sería contradecir la verdad. Sin embargo, ¿por qué no quiero contestarle? Yo nunca me tuve miedo... ¿Será la locura el último reducto de la lucidez? me pregunta. ¿Y entonces...? me pregunto yo también. ¿Por qué me sorprende ahora su inconsciente pregunta...? Galileo elevó su telescopio y solo pidió... suplicó: por favor, solo miren... Pero nadie lo hizo. Nadie miró. Y le llamaron loco. Ahora le llaman genio. Galileo el genio: El genio muerto. No le dejaron otra alternativa que morirse... Y loco no estaba. Batalla tras batalla entre la vida y la muerte solo por mal sobrevivir. Entre la locura y la inconsciente consciencia, por hacer tangible una evidencia a vista de las personas de fuera, la gente normal. Evidencias por demostrar, milagros para creer; por enseñar sus almas perjudicadas por la hipocresía. Gente normal. No sé si Galileo perdonó a la gente normal de su época, pero yo no. Es un castigo demasiado inhumano para perdonar. Fueron y son comportamientos contra una ciudadanía inocente, marginada ciudadanía. Después de padecer en carne propia el desprecio uno deja de creer en el ser humano... ¿Cómo me podría explicar sencillo para que alguien me entendiera sin estar loco? ¿Es necesario explicar la evidencia? Como Pablo Neruda y la poesía: "Se entiende o no, pero no se explica". Para quien no crea en nuestra verdad y en la terrible soledad. No importa, no, ya no, y solo hablo por mí.

-Tengo frío, dona, presiento un desenlace, una ausencia quizá, que no por habitual me sobrecoge porque desencadena lo peor que hay en mi alma... Y más cuando despierte que no estarás porque te has ido. ¿Por qué no estás? ¿Qué habrá sido de ti? Noto que al escribir solo pretendo distraerme y sé que no es bueno. ¿Y qué, a quién importa? Dona, ¿qué hay dentro de mí que me sacude de esta manera los sentidos, mi universo, y me hace tanto daño? ¿Será la locura el último reducto de la lucidez? me preguntas... Ya vale de perjudicar al colindante inocente. Ya vale... Mi esposa culpable de que hoy y siempre quiera vivir por ella. Ella es mi locura y es de amor. Sin pretenderlo de soslayo se ha convertido en un lamento... Dona, crees que alguien me tomará en serio... ¿Alguien se puede imaginar lo que supone vivir a expensas de la insatisfacción como una causa que jamás se alcanzará? Hasta el dolor duele por tener que contradecir las apariencias tan rotundamente. ¡Basta ya de experimentos, de pastillitas de colores, de normas y de imposiciones ajenas a la voluntad de una vida de harapos que se podría llevar de mejor manera si la comprensión y la empatía florecieran en la sociedad. Salud mental... ¿privación del juicio? Maldita intransigencia. Olvidado de ti, dona, y simplemente ocupado en descifrar un cúmulo de evidencias que al final no son más que nubes grises donde a veces de soslayo te veo y escribo mis conclusiones. Tengo frío, mucho frío. Y la veo... la veo venir entre las brisas del mar y sus brumas. La veo... y tú no estás.

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