jueves, 14 de marzo de 2013

El país que soñamos

Hola amigo, ¿qué tal vas? Yo por aquí sembrando el país de CV. No sabes cuánto me gustaría tenerte cerca para tomarnos un café y charlar. En fin, me conformaré con escribirte...

Beso grande.

Fue una de esas maravillosas coincidencias. De esos misterios de la vida y sus inexplicables. Fue como si al corazón de un ser querido, una divinidad le inyectara la determinación y la certeza de que era posible el cambio, y convertir un estado de tristeza en todo lo contrario. Los mandatos de la Constitución se hicieron realidad. La justicia había triunfado y todos y todas teníamos trabajo. La mala suerte estaba derrotada. La buena suerte triunfó. Y apareció un futuro ilusionado

Primero fueron unos pocos pero luego se sumaron más. Cada vez fueron más. ¡Podemos!, se decían unos a otros... Era el grito general. Y entonces apareció en el horizonte la buena suerte. Era el principio de todo, fue la confirmación de que algo estaba cambiando, y no solo lo creíamos algunos... era todo el mundo, que para triunfar necesitábamos de la buena suerte. También de la bendición de Dios según me cuentan. En momentos difíciles cada cual echa mano de lo que considera necesario. Y entonces fue posible, apoyando el hombro unos con otros salir de aquella situación de penuria en el que nos encontrábamos. Nos faltaba la suerte para alcanzar el estado de gracia, pero ya sabíamos que podíamos, porque ese estado gracia era nuestro. Se crearon alianzas estratégicas y nuevas empresas para desarrollar la industria con productos de avanzada tecnología con buenos trabajadores especializados. Los trabajadores estábamos preparados. El éxito se inició con un plan estratégico global al que se sumaron todos los sectores con el fin de erradicar el desempleo. El establecimiento de un programa continuado que preparó técnicamente a la población para generar riqueza en las empresas. La idea fue simple: En vez de aspirar a mega-proyectos, se optimizaron recursos propios y se orientaron a incrementar la producción comenzando por el campo y su modernización. Se facilitaron fuentes de financiación para el sostén y la creación de micro, pequeñas y medianas empresas. Los jóvenes emprendedores sacaron a la luz su potencial. La juventud más preparada de la historia al fin pudo demostrar su valía. Se expandió el comercio y se multiplicaron las exportaciones. Se creó una generación de empresarios que se sumó a la ya existente, convencidos todos de que los trabajadores especializados y las empresas apoyadas económicamente podían para erradicar el paro y multiplicar la producción. Los trabajadores el mejor activo de las empresas. La idea pasaba por un cambio de mentalidad: trabajadores y empresarios juntos con una finalidad común: crear riqueza. Y se comenzó a medir el crecimiento como sociedad en base a la creación de empleo. Y volvimos a confiar en el futuro. ¿Qué cómo sucedió? La sociedad despertó. Cambió el "yo" por el "nosotros" dejando la politiquería de lado. Dijo no al pesimismo, al más de lo mismo. Dijo sí al optimismo, a la buena suerte. Y fue posible el país que soñamos.

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