"El futur està fotut"

Percibo que muchos hemos aumentado de peso. Y no es que hayamos engordado, es que tenemos más peso de la más pesada de las cargas: la impotencia de ver cómo se nos cae la calidad de vida, cómo aumenta el desempleo, y con ello, las defensas de nuestra precaria salud mental sin que nadie logre cambiar el curso de la crítica situación que vivimos. De una espantosa y cruel injusticia social. Pensando en unos y otras y en mí mismo, escucho y leo en los medios con la ansiedad del que espera desesperado que se haga algo, que nos saquen de este agujero donde nos han metido, y no, aún no toca, entonces: "El futur està fotut". Y el gobierno aún sigue experimentando con más recortes. Leo un artículo reflexivo de Frei Betto, fraile dominico brasileño, teólogo de la liberación que dice: "Llegamos a la Luna pero no a la justicia social; colocamos telescopios capaces de descubrir las intimidades del universo pero no vemos la necesidad y los derechos del prójimo; clonamos seres vivos pero no salvamos de la muerte a los niños desnutridos; fotografiamos cuánticamente las partículas subatómicas pero ignoramos la angustia más profunda del corazón". Y al artículo de Frei Betto agrego otro como calmante de Gabriel García Márquez: "Debemos arrojar a los océanos del tiempo una botella de náufragos siderales para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán; que aquí existió un mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad".

Y los dos ponen la guinda en el pastel, los dos tienen razón, no hay justicia social porque en este mundo global imperialista es imposible vivir; porque es un caos que no tiene nombre. Porque nuestros dirigentes políticos dan prioridad a la solvencia de los bancos que siguen ganado millones, a las grandes empresas, a los corruptos y a los evasores fiscales. Sin excepción de pobres padres y madres de familia, desahuciados militantes de una sociedad que las circunstancias financieras les impiden ver el horizonte que soñaron. Porque sobrevivir en una sociedad que ha perdido la capacidad de imaginar la felicidad a corto plazo; porque dónde se ha metido, y no sé de qué manera, es un entramado de endeudamiento económico terrible, es carne, diría, de suicidio colectivo. No sé cómo podremos sobrevivir, no lo sé, es cierto que no lo sé. Y si digo que no sé no sé. "Vivimos en plena desconfianza...", dice Mark de Zabaleta, ¿Es eso? ¡Un psiquiatra, por favor!.