martes, 25 de diciembre de 2012

La cena bien, gracias

Hay intentos por redefinir la familia con amplios lazos de familiaridad, no de fraternidad. Las familias compuestas y sin novios en estas fechas navideñas celebran encuentros para redefinirse, y cenas como las de ayer es el pretexto para reunirse y hablar del asunto, que de otra manera no podrían saber que les une. Se trata de aclarar e investigar sobre el árbol genealógico para sentarse a la mesa. Que no haya ilegales sin patera o perseguidos por la ley de hipotecas de Bankia. Y entonces, con los entremeses, llegan las preguntas, pero sin poner mucho énfasis, que las decisiones ya están tomadas de antemano. Así que todo es superficial. No interesan las vicisitudes de nadie.

Qué estrés, Señor Dios. Y qué embarazosa situación tirarse las trastos a la cabeza. Todo empieza recordando hazañas, heroicidades y otras miserias, para luego inventarse antepasados que fueron amores. Las cenas familiares son una gaita sin fuelle. La María, en estos casos, aconseja a cada cual crear su propia familia donde la sangre no cuente. Jacinto Benavente dijo, "Lo que verdaderamente importa en la vida no son los objetivos, sino los caminos que seguimos para lograrlos". Y yo añado y la compañía.

Pudiera ser que haya quiénes no encontraron su camino... pues que sigan buscando. Igual es un decir apresurado... No sé, y si digo que no sé, no sé. No interesan los vínculos familiares que son estímulos para asumir el costo espiritual de las ausencias, incluso materiales de su existencia. La familia de todos a la mesa por Navidad... Ay, dona, mejor que corra el aire. Que nadie vuelva a casa por Navidad. Y nadie es nadie.

Calor de hogar... Calor humano... La familia inspirada en el amor, estúpidos, esa familia y no otra. No me canso. La amiga del alma ausente que volverá un día envuelta en un velo de amor para cubrir un mar embravecido que, celoso de ella, custodia el perdón de los pecados.

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