sábado, 1 de diciembre de 2012

Fiebre

Titulares en prensa: Identifican... Asesinan... Autorizan... Accidente... Ha sido sometido a la justicia... Fúrtbol... Bajan las temperaturas... Murió... Porque estaba vivo, carajo. Triste, muy triste. Sin embargo, para escribir y que me leas, tendré que escribir algo que merezca la pena. ¿Sobreviviré entonces a mañana sin escribir por falta de imaginación? ¿Otra página en blanco? Necesito escribir. O morir por ti y no resucitar jamás.

Para encandilar tus ojos decidores y reflejarme en tu mirada, pienso que sería genial volver a mis años de juventud y escuchar ruborizado los piropos de mis amigas. Porque yo, (ay, dona, si ella supiera) si no fuera tan prudente... si me diera por contar... si no fuera quien soy. Un sábado de los fieles difuntos, qué mejor manera de comprobar si aún mis encantos embelesan que acercarme al mercado... y si hay quién, o quiénes, me miran de soslayo y me sueltan un piropo. La María sabe que a mi edad eso sería tocar el cielo con las manos.

Llamaré a mi hija para que me acerque... Uy, cómo, eso no puede ser, si me ven con mi hija me tomarán por un padre o un abuelo, mejor iré en autostop. Eso. Tendré que dar el pego. Porque se trata de aparentar. Y sentirme estupendo como antes. Mi juventud, ay, cómo la hecho de menos. Al paso de los años uno va perdiendo el atractivo físico, y los abrazos, y los besos... y ganando peso, y arrugas, y barriga... Y eso que controlo mi dieta y no fumo ni bebo alcohol. Sin embargo, en el mercado cada cual va a lo suyo... a no ser que fuera George Clooney pasaría desapercibido. No sé. Ir al mercado y creer que me van a piropear y no, porque no, sería entrar en una depresión autodestructiva que no quiero ni pensar. Cuesta reconocer que los años pasan y no se detienen. Mejor sentirme orgulloso de mis hijas, fiel reflejo de mi juventud.

Los viejos que no aceptamos el paso de los años vivimos en una celda de quebrantos. Somos apenas un libro cerrado entre las piernas y su tenaz tortura en la sala de espera de un Centro de Salud. Somos lo que fueron, cuando acompañamos un féretro al cementerio. (Los buenos, si son amigos, siempre se van primero).

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