viernes, 23 de noviembre de 2012

La ingratitud

"No des a nadie lo que te pida, sino lo que entiendes que necesita; y soporta luego la ingratitud". Miguel de Unamuno.

¿Por qué necesitamos de los demás? ¿Qué es lo que nos hace seguir confiando en nuestros semejantes? ¿Qué nos hace pensar que una nueva oportunidad será nuestra salvación? ¿Acaso no es suficiente el daño que nosotros mismos nos hacemos para ir en busca de otros que fijo serán peores? ¡Hay que joderse!.

Debe de ser cosa de mi mente absurda tanta pregunta sin respuesta. A pesar de que la palabra ingratitud ha sugerido múltiples y fantasiosas etimologías a lo largo de la historia. La ingratitud está relacionada con la confianza, y ésta, tiene la virtud de la búsqueda de una segunda oportunidad. O sea, con la tristeza y la soledad mal llevada. Con un desengaño debiera ser suficiente si fuéramos justos para no volver a confiar en la misma persona, pero no, y volvemos a intentarlo. Inocentes pedimos una segunda oportunidad.

Pido disculpas por llevar al papel mis sentimientos heridos de ingratitud. Amor que fue. Necesito urgente un alma gemela que me salve de mi penúltimo desengaño.

Sería conveniente ir por el mundo con más cuidado, pues hay verdaderos profesionales de la ingratitud. Son personas que a primera vista inspiran confianza pero están adiestradas para que sus víctimas sufran una muerte atroz. Contemplan entre sus virtudes más notables la misericordia mercantil, pues solo reconocen una cualidad en sus semejantes, la que está relaciona con una cuenta de resultados a su favor.

La ingratitud que surge de dar lo que te piden. La ingratitud, como el desamor, es un mal desgarrador que empuja a la victima albergar la desconfianza para siempre. Quien más debía quererte y protegerte... La esperanza que alberga la utopía del humano ser se ha convertido en ingratitud, ay. La convivencia humana siempre estará en crisis de valores.

Ante la ingratitud que como mal endémico hoy me obliga a escribir, y para que sobreviva en mí la esperanza, porque no sé, busco y encuentro a Eugenio, mi buen amigo, para que su sabiduría rescate la inocencia que aún perdura en mí: "Cambió mi fisonomía, pero yo no", me dice. Torpe de entendederas, ahora estoy más perdido y triste que antes, y sigo sin saber. Ante la duda, no toleraré más ingratitud que la necesaria, cerraré la puerta de mi casa con llave. La ingratitud está de moda y la confianza en paradero desconocido. Dolencia física y espiritual: La ingratitud.

2 comentarios:

  1. Cierto, hay ingratos pero no por ello dejemos de ser quienes somos, dejemos de expresarnos de la forma aprendida, dejemos de dar a la manera acostumbrada, no por ello, dejemos de ser "personas" en el sentido más humano y solidario. Continuemos haciendo la diferencia, el mundo, necesita de gente "extraña", y lo extraño es hallar gente con corazón. Hay una reserva todavía, conservémosla.

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