lunes, 6 de agosto de 2012

Yo, tú, él

Yo te ignoro, tú me ignoras, él te ignora. Y así pasaron los días, como la vida. Estaría bien hacer un paréntesis para explicar lo que sabemos: si algo duro hay en la vida es la muerte. Y puede ser más o menos duro si de quién hablamos es alguien más o menos querido, más o menos importante en nuestra vida. Cuando un ser querido se va, los que le quisieron mueren un poco, a la vez que crecen los recuerdos.

Yo, tú, él. El resumen de una vida que trató de emular otra vida que no supimos hacerle frente. No fuimos capaces de insuflarle una ilusión y sin darnos cuenta un ser dañino -siempre hay seres dañinos al acecho cuando una relación se debilita, cuando somos infieles a nuestra propia naturaleza humana- se volvió desafiante y nos venció. Él se apoderó de nuestras vidas y las hizo añicos: se lo pusimos fácil. Y mientras, ignorándonos, nos dejamos ignorar. Ahora todo gira en torno a la soledad.

Yo, tú él. Un ser dañino se apoderó de nuestra vida y arrasó todo a su paso, y la palabra enmudeció la voz de la garganta, y solo fuimos dos cuerpos flotando en un mar inmenso mientras el viento nos manejaba a su antojo. Una vida llena de mentirosas verdades, una vida a un sueño entregado, una vida adormecida en un verso: un clamor en la almohada.

Yo, tú, él. Una palabra que no supimos interpretar, una palabra amiga. Buenos días buena amiga. Solo nos queda cultivar nuestra poesía en íntima armonía: al fin somos dos, moridero de amor. No quisimos escuchar al Serrat: "sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte". (Nadie está obligado a lograr lo imposible).

No hay comentarios:

Publicar un comentario