martes, 21 de agosto de 2012

Una vidilla de intimidades

"Al parecer, dos personas pueden llegar a quererse porque sí".

Entre los muchos enemigos que tiene la amistad, existe uno que ha conseguido derrotarla muchas veces; es la distancia. Dos personas pueden simpatizar al momento de conocerse de manera inexplicable, tal vez porque las dos están necesitadas de algo que en casa (la familia) nadie les puede aportar. Una vidilla de intimidades. Un encuentro casual procura la química que, surgiendo de la nada, puede llegar a generar sensaciones inexplicables.

La amistad se acomoda en un habitáculo exclusivo en el alma. Hablo de esa amistad que te sorprende con la guardia bajada y sin estrategia defensiva, se apodera de tu corazón sembrándolo de la mies de la fortuna; no de esas otras amistades que existen para salir del paso, interesadas, aburridas, impuestas, incluso sospechosas. Una amistad sospechosa de serlo es la peor. Tengo una amiga... Tengo, tango, tengo, y tú no tienes nada. La amistad desinteresada es la mejor, y la única que debiera tener el privilegio de llamarse amistad.

La amistad se consolida en el día a día y aumenta su eficacia sin darte cuenta. Entra en tu corazón y arrasa con las penas y tristezas que encuentra con el aval de la María. Eso es todo. Ni más ni menos.

El diario vivir no es fácil de llevar, los sabores amargos suelen superar a los dulces, pero resulta que, a veces, aparece alguien en tu vida que provoca en ti unas sensaciones extrañas, si reconoces en ellas un algo diferente, un atisbo de empatía, un no sé qué o un porque sí, procura no despreciarla. Sin embargo, ante las heridas de los muchos desengaños, conviene ir a consultar al espejo de la verdad, ese espejo mágico, el que nunca te engaña por si fuera una ilusión, y si al mirarlo descubres un algo brillante reflejado en tus ojos, acaso aquella sensación casi olvidada que tienes sumergida desde hace tanto tiempo en el pozo sin fondo de los fracasos y las decepciones, abrázala, no seas estúpido, abrázala con todas tus fuerzas y no la dejes escapar.

Según me cuentan, dos amigas, cuando más habían apostado por la amistad, cuando habían descubierto sus cartas sobre la mesa y una mirada de soslayo era suficiente para que una sonrisa brotara de sus labios y les inundara sus corazones de empatía, aparece caprichosa la distancia con la inequívoca intención de separarlas.

Todo parece indicar, y constatado está por una carta de cese laboral, que la separación entre las dos es una realidad, la indeseable distancia en breve se apoderará de sus vidas. En los próximos días, quién tiene competencias sobre el asunto, ha previsto rescindir algo más que un contrato laboral. Por simpatía, como reventaría una caja de dinamita, una amistad sellada a fuego tiene fecha de caducidad. Viernes, 31 de agosto de 2012. (Sobran diez días).

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