jueves, 12 de julio de 2012

Una historia para creer

Niña de mis ojos, flor de azahar, joya lapislázuli. Mi niña, la edad posible de ser bella. Mi niña, el tontear con una luna traviesa, el leve parpadeo de los párpados, la noche entera para lisonjear los sueños. La necesidad infinita de quererte. La pasión de adorarte.
 
Lo cierto es que en cuestiones de amor puede que esa aseveración tenga algún sentido. Pero en otras facetas de la vida la cosa puede ser diferente. Dicen que quien no conoce su historia ignora cuál será su futuro, y llega a comete errores. Sorprende la facilidad con que se borra de un plumazo la honradez. Y no hablo exclusivamente del valor de un valor, el que nos inculcaron de pequeños y que hoy parece haber desaparecido, incluso algunos parecen ignorarlo dejándose arrastrar por el entredicho. Hablo, además, de comprometerse con la vida. Es preciso que entendamos la importancia de la colindancia y lo fundamental del trabajo. Entender que la fortuna mal habida no da la felicidad. Se deben reforzar los sentimientos, el criterio de llegar y obtener lo que se desea con honradez y no a través del engaño.

Hoy, mi niña, es un nuevo día para ti, hoy es un día feliz. Acabas de recibir el impacto emocionante de una noticia que es un cambio importante en tu vida laboral. Hoy recargas las pilas en una nueva esperanza al haber promocionado laboralmente. Nada que no merezcas. Porque has trabajado como laboriosa abeja; porque te sientes comprometida con un proyecto común. Porque has logrado alcanzar una meta laboral rebosas de alegría.

El trabajo no es un atajo para llegar a ninguna parte, una ocurrencia, un modo de vivir sin vivir. El trabajo hoy más que nunca es amor, es desamor; la soledad, el néctar cristalino, la esperanza de vivir un futuro mejor.

Felicidades, Kristel, mi niña. Disfruta del momento, lo mereces, por la bendita sonrisa de tu cara. El futuro es tuyo y yo estaré siempre a tu lado. Te quiero. (La sidra está enfriando).

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