lunes, 2 de julio de 2012

Honrar a la verdad

Tengo la impresión de que alguien me ha traicionado o lo va a hacer, y no sé quién es ni por qué... "Una traición" antes y ahora "Honrar a la verdad". Y más largo. (Aquí hay gato encerrado).

Mahatma Gandhi dijo: "El amor y la verdad son dos caras de la misma moneda". Entonces, la piedad denota compasión; y ésta a su vez, es obvio que tiene visos de amor inherente a aquella dignificante verdad compartida. Por tanto, cuando se deshonra la verdad, no es cierto que se pueda hablar de condición piadosa alguna. Es solo un decir convencional y justificativo. Sin embargo, cuántas cosas se han perdido por no hacer honor a la verdad. Y no hablo de política, hablo del mentir lesivo que afecta a la confianza. Aunque sea bajo el subterfugio acomodaticio de la llamada mentira piadosa o de un apaño para un pensamiento hermoso o un historia gloriosa y épica. La mentira, se adorne con muecas o risas sinceras perjudica el alma. Una amiga me dijo que cuando escribía sobre ella le hacía daño. Decía que siempre que escribía sobre ella mentía y le hacía daño. Callé, no le contesté, pero sin negar que mintiera, más daño le haría si dijera la verdad. De lo que hablo, entonces, es de mentir a la verdad. Que la verdad se puede disfrazar de mentira con el fin de no hacer daño por amor. La verdad se quiera o no siempre aflora. Y, cuando eso ocurre, salpicará sin duda a los que les hayan sumergido con las gotas repelentes del lastre de la desconfianza, que marca de manera indefinida a los que mienten. Yo no es que sea un defensor a ultranza de la verdad cuando escribo, aunque si por mí fuera siempre dría la verdad (sublime e inexorable), pero decir la verdad siempre pasa factura. Igual que la mentira. Con la salvedad de que al mentiroso se le puedes insultar, incluso demandar en los tribunales de justicia al ser constitutivo de delito. Pero al que dice la verdad (si te vi no recuerdo), esa verdad que sale de los adentros... ¿Cómo justificar una verdad indebida? Yo, si debato en torno a un café amargo siempre digo y defiendo la verdad.

Recuerdo un día, pero no con quién estaba, que debatimos acerca de una verdad, yo me mantuve en defensa de aquella verdad. Pero conocedor que era una mentira. No me importó porque hablaba de una mentira que solo a dos interesaba y no estaban presentes. Que no hablaba de una verdad confiable que a todos interesa. Ni aquella de Jesús en boca de Juan, "y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Mentir y perjudicar la confianza. Lo mismo que ocurre con las patrañas que a través de la palabra escrita, acaso con habilidad intuitiva, se logra desarrollar y aplicar durante un proceso de interacción personal. El refranero popular dice así: "tonto es aquel que se cree que el otro es tonto". Pero yo no pretendo hacer tonto a nadie, y mucho menos ofender la inteligencia de quien asome a un de soslayo más suspicaz que de costumbre por una traición que no sabe. Un de soslayo tantas veces arrepentido de sus mentiras. Si acaso el tonto soy yo. Que nadie mienta, ni traicione por amor, mejor decir la verdad cueste lo que cueste. "La mentira no vive larga vida". (Lamento sacar mis miserias a pasear).

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