viernes, 18 de mayo de 2012

Es demasiado para un cuerpo tan frágil

La niña de mis ojos me acaba de decir que está atacada de estrés. Me llamó para decirme y me dejó preocupado. Mi hija Kristel es de esas personas de asuntos inaplazables. Y cómo duele. Siempre tiene algo que hacer que no puede esperar. El estrés. Son faenas, sobrecargas, y es la manera de enfrentarse a ellas que perjudican la salud. Es demasiado para un cuerpo tan frágil.

Así, a mi niña las preocupaciones se traducen en estados de ánimo que le impiden dormir y disfrutar de las cosas bonitas que el día le depara. La ansiedad que lleva a la pérdida de peso. "Cariño, te veo muy delgada, demasiado". La mente encierra demasiadas verdades inaccesibles para la ciencia. Mi niña de repente distorsiona la realidad. Confunde las cosas. Hecha culpas a quien no las tiene, desvía la verdad de su camino. Mi niña todo lo ve borroso esta mañana.

A veces no vemos la salida. Es que no sabemos la causa. Factores de riesgo, el estrés, esto es, personas impacientes con alto grado de competitividad; personas que se mantienen permanentemente en una actividad excesiva y con un sentido de la responsabilidad exacerbado. Trabajadores excelentes que acaban siendo pacientes del psicólogo. Llegado el punto de desencuentro con el sosiego, el psicólogo nos enseñe a llevar un estilo de vida diferente, más relajada, en donde el cumplimiento de las obligaciones diarias y la propia responsabilidad no signifiquen un perjuicio para la salud.

Que estas situaciones se den, debería llevarnos a reflexionar sobre el hecho de que, aunque lo parezca, estresarse no es la respuesta ante las muchas situaciones que tiene la vida laboral de abrumarnos. El saber manejar nuestros conflictos es un arte digno de estudiar cada cual a su manera. Tenemos que estar dispuestos a perfeccionar nuestro comportamiento ante el estrés porque nos va la vida en ello.

Detrás, suele haber una cuenta de resultados excesiva: ¿"Es eso cariño"? ¿"Es el listón demasiado alto"? Qué no saben que no se puede hacer más con menos personal. Unos ganan y otros pierden. El empresario es el que gana. Y quien pierde es el de siempre, el trabajador. "Tranquila, mi niña, tranquila".

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