sábado, 21 de abril de 2012

Un pedacito de mi vida

El humano ser funciona por impulsos y también por motivaciones externas. No manifiesta su voluntad interna si no hay algo que lo accione. Tiene que ocurrir un hecho singular para que brote en su mente la inspiración que ha de servirle para obrar, decir o escribir. Ha de ser algo que le obligue ha sacar de los adentros un sentimiento sincero. Yo a veces escribo por escribir y la María me ampare, otras veces quiero expresar lo que presiento y no me sale. Me considero un escribidor vulgar que necesita escribir para conocerse mejor. Tal vez sea egoísmo escribir solo para mí. Un día un buen amigo -escritor reconocido- me dijo: "quieras o no escribes para los demás". Pues entonces escribo para mí, y también para quien en un descuido entre en de soslayo y me lea (gracias). Pero me es igual hacerlo en un medio de comunicación que a las puertas del silencio... Escribir en un medio de comunicación es importante si lo que pretendes es que te lean. En un medio de comunicación entran cientos de miles de personas y alguna siempre te lee. (Lógica). Eso importa si necesitas que te lean. Porque sentirte útil a los demás, como dicen por ahí, no lo entiendo, que nada soy. Escribo para que me lean, vale, y para mí, para conocerme mejor. Eso.
  
Con lo de arriba, he querido significar que lo que escribo a continuación no me ha surgido por un querer hacerlo, sino porque me ha tocado la fibra sensible que conforma mi sentido de la vida. Me explico:

Uno estaba casi feliz esta mañana con mi mascota paseando por el campo, a punto de regresar a casa después de andar y desandar los caminos. Consumida la mañana y a eso del mediodía, finiquitados de adioses los amores nocturnos que me habían visitado, incluso estaba por admitir el buen hacer de la sociedad minoritaria acerca de las necesidades de la gran mayoría. Digo que uno estaba casi feliz esta mañana... y ahora puedo decir que me siento plenamente feliz: Según me cuentan, una amiga ida vuelve... Y cuando una amiga vuelve es una manera más de confirmar que la poesía nunca muere. O sea, que todo lo demás no importa. Mi amiga ida era la que solo interrumpía mi vida para regalarme con su presencia un verso, un pedacito de mi vida con la mayor discreción.

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