martes, 10 de abril de 2012

Secreto de confesión

La vida sería más fácil si no lo hiciéramos tan difícil. Es un decir. La pregunta es si sería aburrida. A mi no me gustaría vivir una vida aburrida. Muy difícil tampoco. Una entre medias. Esa sí. Un amigo me hace una pregunta y me asegura que es con trampa, que ojo con la respuesta, que el que avisa no es traidor: “¿Te gustaría tener un amigo o una amiga que fuera exactamente como tú? Con los mismos defectos y las mismas cualidades, con los mismos miedos y las mismas certezas, con los mismos sueños y similares pesadillas”. Entonces, como me avisa de que era una pregunta con trampa no me atrevo a contestar. Y pierdo la oportunidad de saber si elegiría bien o no. Igual la vida es un cúmulo de oportunidades donde la mayoría las dejamos pasar... de soslayo (no lo pude evitar). Dicen que los problemas son del tamaño exacto que los mires. Nos ahogamos en un vaso de agua. La pregunta con trampa de mi amigo, o los decires populares nos hacen cavilar constantemente sobre lo bueno o lo malo, sobre las diferentes opciones, sobre la mejor elección... Supongo que la suerte tiene mucho que ver.

Me cuenta mi hija, que en "secreto de confesión", una amiga le dijo que otra amiga estaba preñada de seis meses y no les había dicho nada a sus padres. Y que por el amor de Deu, no le dijera nada a nadie. Y no es que estuviera reñida con ellos, ni legalizada su relación de pareja, que esa es otra. Era uno de esos miedos estúpidos que nos cambian la vida a menos que alguien nos eche una mano. Mi hija tenía que tomar una decisión porque el asunto no le gustaba nada, porque esa otra amiga tenía miedo a decírselo a sus padres y alguien se lo tenía que decir, a pesar de los pesares, del secreto de confesión, y del enojo de una amiga que no sabe lo que hacía al decirle a mi hija que no se lo dijera a nadie. A nadie no, pero a su hermana que tampoco lo sabía sí. Fue decírselo y corrió a contárselo a sus padres que se les abrió el cielo... Habían pensado lo peor, porque llevaba seis meses tan cambiada que no la reconocían. Enseguida fueron al ginecólogo y éste le hizo las pruebas pertinentes, y... es un niño sano. Y todos tan felices... Menos una amiga de mi hija que, "madre también", se siente herida en su confidencia. ¡Hay que joderse!.

Yo no sabía nada del asunto, mi hija no me dijo nada, obró como entendía que debía hacerlo, y obró correcto. Al carajo el secreto de confesión de una amiga, incluso al carajo una amiga ofendida porque hablamos de humanidad.

A una amiga de mi hija le diría que ponga la mente en orden, que mida bien las consecuencias para no hacer daño a terceras personas, que evite cobardías que irrespeten la vida. Y a mi amigo le diría, a riesgo de equivocarme, que a mis amigas las elijo yo (y ellas a mí). Cómo sean en realidad, es asunto de ellas. (La trampa rescampla, que decimos en mi pueblo).

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