sábado, 11 de febrero de 2012

Del amor al odio y viceversa

Yo ya te quería, no tenías que insultarme, y menos odiarme. Decirme que así no se hacen amigos, y que soy antisocial. Yo ya te quería. Te vas y yo te seguiré queriendo... No me olvidarás, será tu condena. Te seguiré queriendo. Y lo sabes.

Una miga confundida me insulta porque soy como soy: Antisocial. Pero ella no sabe que me dijo lo que soy en realidad, y no lo que quería decir al llamarme antisocial: "Contrario, opuesto a la sociedad, al orden social". Que dice la RAE. Antisocial, aunque la RAE no lo contemple, tiene otra acepción. Y hablo de un trastorno de la personalidad en el que existe un modelo constante de conducta que viola las normas sociales. Pero nunca los derechos individuales, y menos los sentimientos. Soy así, y reconozco que ahora, en los años altos de mi vida, más aún. Mejor haría en reconsiderar sus insultos, y apreciar mi amor. Y el suyo. No sabe cómo duele ser así, antisocial. Estafo mis sentimientos. Y no hablo solo de ella, que lo puedo superar porque la quiero: no hay más que hablar; también hablo de los demás, de toda la vecindad. Para actuar agradable antes tengo que explicármelo ante el espejo... pero no me convenzo. Y vuelvo, insisto una y mil veces... No, no lo consigo: es solo verme por la calle (pena). Además, si no voy con mi mascota ni salgo de casa. No digo que me quiera... no, eso no... que el amor es cosa de dos, pero no merezco su desprecio por ser antisocial. Mi orden de vida es un desorden mental. Lamento su comportamiento y sanciono el mío. (Una amiga confundida no es consuelo, sino aliento del alma).

2 comentarios:

  1. Ciertamente, como decía Rousseau "No está en nuestra mano carecer de pasiones, pero sí reinar sobre ellas"...

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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