martes, 3 de enero de 2012

Las palabras se comen

Hablo de mí, pero bien pudiera decir en nombre de otros y otras: Las palabras se comen. Las palabras, y no hablo de La Palabra de Dios, todas están sujetas a interpretaciones, y a veces se comen. Son palabras que simplemente tienen el valor que cada cual les quiera dar. Son palabras hirientes. Son palabras que no llegan a entenderse. Palabras... solo palabras. Porque una explicación a tiempo... Que un malentendido... Que un descuido... Alguien pudiera pensar que hablo de política tan de moda en estos días, pero no, hablo de amor. Que una mirada, que una sonrisa. Y aún así... Cuidemos el sentido que queremos darle a las palabras que, como las pistolas las carga el maligno. Se ha de saber que hablo de una palabra compuesta por un sentimiento de amor desconocido y un pálpito, pero nunca por evidencias. No hablo de un amor venido a menos... Lo cierto es que no sé de qué hablo. Porque un amor es egoísta y vive hambriento y sediento. Porque cuando se acerca a comer y beber quien lo alimenta sabe lo que necesita para alimentarse. Y nunca hay problemas porque siempre come lo que quiere. Si yo fuera cocinero no abría malos entendidos... Porque me confundo y me ataranto y no sé lo que digo... y entonces... El asunto que me obliga a escribir hoy es el final de un silencio. Porque ayer las aguas revueltas volvieron a su cauce natural, y como si nunca hubiera pasara nada... Porque el amor está por encima de todas las miserias. Porque el amor es poesía. A Dios gracias, y a María Magdalena enamorada.

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