domingo, 22 de enero de 2012

La nostalgia es libre, Haití

Cualquiera llega a la conclusión de que la culpa de todo esto ("esto", sinónimo del terremoto de magnitud 7,3 en la escala de Richter que sacudió hace dos años Haití) es del pueblo más pobre del continente americano: Él. Las ayudas humanitarias comprometidas siguen más o menos igual. A día de hoy, 520.000 personas continúan sin hogar en Haití, el cólera representa una seria amenaza para la población, el acceso a servicios sociales básicos es muy limitado y el 45% de las personas sufre inseguridad alimentaría. Y en eso estamos. Según estimaciones de la ONU, de los 4.600 millones de dólares comprometidos por los países donantes en 2010 y 2011, solo se ha entregado el 43%. ¿Dónde se ha visto que cientos de organizaciones con nombres de tres o cuatro letras en mayúscula solamente se pongan de acuerdo para ir a la guerra? Sus consejos de administración, gente seria con muy buena reputación, fueron a la escuela y aprendieron a restar y dividir, pero no a sumar y multiplicar. ¿Donde se ha visto que después de dos años no seamos capaces de cumplir nuestras promesas de ayuda? Lo cierto es que Haití, ay Haití, es mal negocio para un mundo global imperialista. La solidaridad no es nada rentable. Dan ganas de salir corriendo a consultar sobre esto a quien sea que, con un poco de sentido común (solo eso), explique cómo es posible que tengamos líderes y dirigentes tan mal preparados en matemáticas simples. Y en humanidad. ¡Ahora sí que somos pobres!.

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