domingo, 18 de diciembre de 2011

Sigmund Freud enamorado

La sensatez debe imponerse para que el malestar no nos haga fatalistas. Pero tampoco es menester ser acólitos de pasiones desenfrenadas. No hablo de amores idos, sino de una mirada en la plasmación de nuestras nobles y dignas ideas con el fin de evitar ser inoculados por el nexo de una epidemia mental. No todo es negro como tus ojos, ni indiferente como tu pensamiento. Te presumo en la cúspide de un extenso conglomerado de dolientes tribulaciones. Una dama en su poesía clama en el dolor un sentimiento herido de amor con todas las consecuencias que la conmueve e ilumina en el averno donde la ansiedad psicopatológica escampa a sus anchas. Haré un paréntesis por caridad, no quiero rendirme ni entregar mis esperanzas. Uno no es inmune a la nosología mental; aunque tengo que reconocer que estoy integrado en todos los patrones, unos de valores humanos y los más nocivos. Poco bien me hacen las pastillas que me tomo para querer a quien me quiere. Sin embargo, soy reflexivo, y quiero y amo hasta las entrañas. No pienso caer en el pavor, en la obcecación, en las impositivas costumbres que corroen la convivencia armoniosa del amor con las valoraciones de una confusa conducta. Mi mente absurda se alborota entre las tropelías y las incitaciones mórbidas en vez de mantenerme firme sin dejarme pisotear por crueldades magnificadas y alarmantes plenas de inseguridades. Este asunto me desorienta y me confunde. La algazara, las tropelías, las idas y venidas por esos mundos desconocidos. Un día me iré para no volver, aunque tenga que caminar por el borde del precipicio mortal. Pero hasta que llegue ese día, defenderé con todas mis fuerzas al amor y la santa poesía. Permitiré ser yo mismo y jamás imitaré los traumas de una cáfila movida por la ignorancia. De otros y otras son las culpas no tuyas. Distorsiones de la conducta humana; fijaciones y traumas que son amores enclaustrados en un complejo de Edipo. (Sigmund Freud enamorado).

Cuando la tristeza inunda los tímpanos y oscurece la razón, tendemos a crear ficciones en la realidad, así, los profesionales de las miserias sufren peligrosas ofuscaciones llegando a veces al frenesí. Y pesar de que estas contradicciones psicológicas suelen ser pasajeras, sus secuelas dejan traumas mortales de necesidad. Escenario fatuo de lo insensato. Mal asunto para los imitadores de los ejemplos indignos cuya funesta doctrina embriaga la maravillosa pulcritud del amor y la santa poesía. (El problema no es la distancia, tampoco tu indiferencia; el problema son tus ojos negros. Y de tu la mirada el ensueño).

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