viernes, 30 de diciembre de 2011

La fuerza de la vida

Hoy tengo un día complicado. Y me motiva a escribir al libre albedrío y expresar mi admiración por la persona que cada día sin decirlo pongo de relieve. La idea de que finalice el año y no pueda despedir el año con ella, ni siquiera desearle lo mejor para el 2012, es una tragedia. No busco ser original en esto que a vuela pluma escribo. Hablo de una amiga que significa mucho para mí. Hablo de ella, que no de otra. Se identifica conmigo con sentido espiritual, con una forma de conocimiento singular y unos niveles de experiencia que pudieran ser los míos; a veces inexplicables. Representa una peculiaridad exclusiva excepcional y única. Y no la quiero perder. Admiro a esa persona que tiene una actitud de respeto activo frente a cualquier forma de vida. Incluso la mía que no sabe cómo cogerla. Es sensible y percibe lo valioso de cada humano ser más allá de su propio corazón. Es amiga mía, y lo es de toda la vida conocida. Es una amiga que protege su intimidad y aprovecha su fantasía como forma de creación sana, sin teorías ni complejidades. Es mujer. Es bendita. Es amor. Es poesía. Es una madre que practica los mismos ejemplos que le explica a su hijo. Le educa en los valores, y la disciplina de la mejor escuela. Sabe establecer como nadie y diferenciar sus emociones auténticas: miedo, tristeza, alegría, ira, amor, y todo lo demás que vive con la suficiente prudencia que le permite su auto-control sin hacer daño a la colindancia que bien pudiera echarles en cara muchas de sus más dolorosas experiencias. A mí no me habla, pero sabe que no pasa un día que no le diga que la quiero entre algún interrogante o margen. O de frente sin tapujos como ahora. Es mi amiga del alma y siempre será un valor en alza para mí. El espejo donde se refloja el sentido común que ya no es tan común desde que se ha ido de mi vida. Desde que le digo y no me responde. Desde que nada quiere saber de mí. Llegadas estas fechas de buenos propósitos, me planteo seriamente pedirle perdón, pero sería una más entre cientos. Y ella fijo no está dispuesta a defender mi credibilidad. Uno prevé, planifica, evalúa; uno se plantea retos, y crea con voluntades humildes opiniones cada día que casi todos son sentimientos, y de todos, la mayoría llevan su nombre. Uno se plantea acciones que hagan de su vida una vida diferente (yo) con un proyecto individual y sentido común. El sentido común que me falta, el que ella me regalaba con su risa y su mirada: el que confiaba a ciegas. Que nunca se perpetúe el dolor en el alma sino la fuerza de la vida. (Si pudiera transformaría la realidad como Gandhi hizo).

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